“Miedo en Miraflores, mentira en Nariño: el tiempo se acaba”

El Principito miraba los dos asteroides desde lejos. En uno, Miraflores; en el otro, Nariño. Ambos parecían distintos, pero el silencio del poder los hacía parecer hermanos.

—¿Por qué tiemblan tanto en Miraflores? —preguntó el Principito con inocencia.
La Rosa, que había visto muchas tormentas, respondió:
—Porque ya no gobiernan con promesas, sino con miedo. Y ahora no es miedo al pueblo, es miedo al Gran Asteroide: Estados Unidos. Ese temor los obliga a gestos desesperados, como liberar a los presos políticos para ganar tiempo.
El Zorro, que siempre olía la verdad detrás de las palabras, añadió:
—Cuando un régimen suelta a quienes encarceló injustamente, no lo hace por bondad. Lo hace porque siente que el reloj se acelera y que la sombra de afuera lo persigue.

El Principito guardó silencio un momento, y volvió a preguntar:
—¿Y en Nariño? ¿Qué ocurre allí?
La Rosa contestó:
—La Fiscalía encuentra cada día nuevas amenazas contra los que quieren gobernar después. Ya no se persigue solo al candidato, se intimida también a su familia.
El Zorro completó:
—Esa es la señal más clara de debilidad: cuando no pueden derrotar ideas, atacan afectos.


En Miraflores gobierna el miedo; en Nariño, la mentira. Uno libera presos porque teme al Gran Asteroide, el otro se sostiene en el engaño y la intimidación. Ambos saben que el tiempo se les acaba. Por eso radicalizan, por eso provocan, porque necesitan fabricar un estado de excepción que los mantenga en el poder más allá de lo que el pueblo aguanta. Esa es la trampa: dividir a la sociedad para justificar el decreto, apagar la crítica para gobernar en silencio.

El Principito frunció el ceño y dijo con firmeza:
—Entonces el poder, en Miraflores, se sostiene del miedo; y en Nariño, del engaño. Pero en ambos, el tiempo se acaba.

La Rosa, con un tono suave pero punzante, concluyó:
—El peligro está en la trampa. Si la derecha responde con rabia, les dará lo que buscan: un estado de excepción para gobernar sin límites.
El Zorro cerró con su voz grave:
—Por eso la resistencia no es odio ni miedo, sino paciencia y claridad. Porque ningún asteroide, por grande que sea, podrá sostener indefinidamente la mentira.


El pueblo no necesita gritar más alto que sus gobernantes, necesita ver con claridad dónde está la trampa. Porque el poder, cuando se aferra a decretos y a miedos, ya no gobierna: se defiende. Y cuando un gobierno solo se defiende, su final no lo dicta el enemigo, sino el tiempo. Y el tiempo, como siempre, ya empezó a cobrarse su deuda

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