El Principito, el Zorro y la Canciller de la Migración
—Principito —dijo el Zorro—, en Nariño aún juegan al País de las Maravillas, como si las investigaciones no existieran. Pero hoy la verdad se asoma: la financiación de la campaña presidencial con dineros del Cartel de los Soles ya no es rumor, es discusión pública. Y para colmo, fue el propio Diosdado Cabello quien confesó que en Colombia sabían muy bien de dónde venía el apoyo.
—Entonces, Zorro —respondió el Principito—, ¿no será que este castillo de arena se derrumba? Si se demuestra que Petro recibió dinero del narcotráfico, lo lógico es que lo lleven al mismo banquillo que Miraflores.
El Zorro arqueó las cejas con ironía:
—Y justo ahora, en medio del temblor, el presidente nos presenta a su nueva canciller, Rosa Yolanda Villavicencio. La mujer que, según él, “conoce más y ha sentido el tema de la migración”. Sí, vivió más de veinte años en España, fue diputada en la Asamblea de Madrid, dirigió programas de diáspora y trabajó con migrantes. Nadie niega su sensibilidad, pero lo cierto es que carece de trayectoria diplomática, no domina el inglés y arrastra cuestionamientos por contrataciones en su propia fundación.
—Es verdad, Zorro —dijo el Principito—. La premió primero como viceministra y ahora como canciller. No por mérito internacional, sino por lealtad política. La que fue “matriarca de los migrantes en Europa” ahora debe responder ante Washington, Bruselas y la ONU… justo cuando las pruebas de financiamiento ilícito acechan al Palacio de Nariño.
El Zorro se inclinó hacia el Principito y susurró:
—Pero dime, ¿podrá ella contener la tormenta de un presidente acorralado por Miraflores y los Soles? ¿O será apenas otra pieza frágil de un juego que ya se les derrumba?
El Principito guardó silencio, y mirando hacia los ciudadanos murmuró:
—Un país no se gobierna con cuentos migratorios ni con sentimentalismos. Cuando el poder se compra con dinero sucio, lo que termina hipotecado no es el palacio, sino el futuro de la nación.
El Zorro asintió con solemnidad y remató con la voz de la historia:
—“Covenants, without the sword, are but words, and of no strength to secure a man at all” (El Leviatán, Hobbes).
Porque el realismo político recuerda que, sin autoridad legítima ni fuerza moral, los pactos se disuelven como castillos de arena en el viento.