Los niños claman, el ICBF calla: la complicidad que mata la luz de Colombia

“Bogotá no puede permitir que su niñez siga apagándose.
Son 983 abusos, 453 maltratos, 217 niñas y 92 niños desaparecidos.

El ICBF (@ICBFColombia) no es hoy un guardián: es un verdugo por omisión. Cada escándalo, cada silencio comprado, cada línea que no responde lo convierte en cómplice de quienes hieren a los niños.

La concejal @MariaClaraName alza la voz, pero su lucha no puede quedar aislada. Todos los concejales deben exigir cuentas al ICBF, porque su negligencia es ya una forma de violencia.

El ICBF le falló a la niñez de Colombia. Y cuando la institución llamada a protegerlos se convierte en parte del problema, el país entero se hunde en la oscuridad.”

Hoy el Principito despertó inquieto.
Desde su pequeño asteroide, miró hacia la tierra de Nariño y Bogotá, y vio algo que no entendía: las estrellas de los niños ya no brillaban. Había miles de amiguitos con el rostro apagado, con cicatrices de dolor donde antes solo había juegos y risas.

El Principito contó con tristeza:
2.404 niños fueron heridos en lo más sagrado de su inocencia, y lo que dolía aún más era descubrir que muchos de esos golpes venían de quienes debían cuidarlos, de quienes en los jardines y colegios deberían enseñarles a volar y no a temer.

El Principito volvió a preguntar al Zorro:
¿No deben los gobernantes proteger a la niñez?
Y el Zorro, con la voz suave que siempre trae verdad, respondió recordando a Nelson Mandela:
"No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en que trata a sus niños."

El Principito entonces lloró, porque entendió que la sociedad que no protege a sus pequeños pierde su luz.
En sus cálculos inocentes vio cifras que parecían gritos:
983 amiguitos denunciaron abusos y 453 sufrieron maltrato en apenas un año.
217 niñas y 92 niños se han perdido, arrebatados por la maldad y la indiferencia.

El Principito preguntó de nuevo:
—¿Acaso no hay un guardián para ellos?
Y alguien susurró:
—Sí, el ICBF (@ICBFColombia).
Pero el eco trajo una sombra: la confianza también se resquebrajó allí, porque hasta su dirección quedó manchada en un escándalo donde una niña fue usada como moneda de silencio.

Bogotá, ciudad más cercana a las estrellas, no puede callar.
Hay una concejal, María Clara Name (@MariaClaraName), que alza la voz y lucha por la niñez como quien protege la última chispa de una vela. Pero ella sola no basta.
El Principito levantó la mirada y pidió:
Concejales de Bogotá, únanse. Hagan control político real, exijan que la Línea Blanca funcione, que las políticas públicas dejen de ser papel y se conviertan en protección verdadera.

Porque Bogotá no puede permitir que sus niños sus estrellas más brillantes se apaguen entre el abandono y la violencia.
El Principito lo sabía: cuando un niño sonríe, el universo entero sonríe. Cuando un niño sufre, la galaxia entera se oscurece.

Hoy, el llamado no es solo a una institución ni a un concejal: es a todos.
Porque salvar a un niño no es una tarea más: es salvar a Colombia, es salvar la eternidad.

Dios salve a Bogotá, Dios salve a Colombia. Que ninguna estrella más se apague.

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