El rey perdió su corona, el banquero sus monedas… y la democracia ganó un respiro
“El grito del rey retumbó en todos los asteroides, mezcla de rabia y derrota. El banquero, con las monedas intactas en el bolsillo y la mirada perdida, mascullaba su frustración: esta vez su aritmética no alcanzó para torcer el destino. Y mientras ellos se consumían en su furia y su impotencia, la democracia respiraba, intacta, celebrando la elección de Camargo como un pequeño triunfo en medio de un universo de incertidumbres.Hoy, en el asteroide de Nariño, era un día clave. El principito, curioso como siempre, escuchaba con atención al zorro, que parecía saber de política tanto como de amanecer con los girasoles.”
—Hoy el rey y el banquero quieren quedarse con la corte más importante del universo de Colombia —le susurró el zorro al oído.
El principito abrió los ojos, incrédulo.
—¿Cómo así?
El zorro, con esa paciencia suya que mezcla ternura y malicia, explicó:
—Mira, en Colombia hay tres altas cortes en el sistema judicial. Pero hay una que brilla más que todas, porque protege la ley más importante de todas: la Constitución. Esa corte es como un pequeño sol, y está cuidada por nueve guardianes. Hoy deben elegir a uno de esos nueve. Y el rey quiere la mayoría, para moldear la Constitución a su antojo.
El principito bajó la cabeza, porque entendió la importancia de ese sol y lo que podía causar si dejaba de iluminar a todos por igual. Ya había oído antes que en Colombia los niños se estaban apagando, que los abuelos no podían leer cuentos porque la muerte se los llevaba demasiado pronto, y que los padres, agotados, no sabían cómo inventar monedas para dar alimento y educación.
—Entonces es muy grave, zorro —murmuró con tristeza.
—Gravísimo —contestó el zorro—. Y mientras tanto, el banquero va de un lado a otro en el asteroide del Capitolio. Tú ya lo conoces: habla de democracia como si fuera un banco, cambia monedas por votos, y trata a los demás como títeres que bailan al sonido de su bolsillo.
El principito asintió. Recordaba las lecciones pasadas.
—Ah, sí… el banquero es audaz. Y ahora quiere que quede elegida María Patricia Balanta, porque con ella el rey tendría todo el poder.
El zorro sonrió con ironía.
—Exactamente, principito. De esta votación depende la democracia y los derechos de todos.
La tensión crecía. Desde su asteroide, los dos vieron un verdadero cabeza a cabeza. El rey y el banquero movieron fichas, hicieron jugadas que olían a trampa, pero al final un grito se escuchó acompañado de un polvo blanco: el banquero, derrotado, regresaba con la cabeza baja, las monedas en el bolsillo y la frustración de no haberlas podido convertir en votos. Perdieron, y el elegido fue el señor Camargo. En ese preciso momento, el rey gritó con rabia que retumbó hasta en los asteroides más lejanos.
Las estrellas del universo colombiano brillaron de felicidad. El banquero volvió a su asteroide, cabizbajo. Y cuando llegó ante el rey, escuchó una orden helada:
—¡Quítenle la cabeza!
El banquero, asustado, pensó que hablaban de él. Pero no: eran las cabezas de los cortesanos del rey que rodaban por el suelo. La directora del DAPRE, el ministro de Comercio, el de Trabajo… todos caían en desgracia.
—Pero, zorro —preguntó el principito—, ¿ese ministro de Trabajo no fue el que ayudó con la reforma laboral?
El zorro lo miró con esa ironía suave que a veces duele más que un ladrido.
—Sí, principito. Pero ya conoces al rey: usa a la gente mientras le sirve, y cuando no, los desecha como basura. Así ruedan las cabezas en el asteroide de Nariño.
Y mientras tanto, el rey emprendía viaje a Japón, ofuscado y contrariado, mascullando sus frustraciones con demasiado café, porque el asteroide del Capitolio le volvió a ganar y le recordó que el poder no siempre se compra ni se asegura con gritos.
Ahora queda la pregunta: ¿cómo será el asteroide del Capitolio después de la muerte política de Miguel Uribe y la muerte de las coaliciones de gobierno? El rey parece estar cayendo, y este año puede ser un año de caídas sucesivas como la de hoy. ¿Y qué pasará con el banquero, que odia perder, pero empieza a descubrir que en este calendario de estrellas la derrota parece ser su única constante?