La Reforma del Rey del Asteroide: Un Arma contra el Futuro de Colombia
“El Principito miró hacia Colombia y comprendió: el Rey del Asteroide no creó una reforma, sino un arma contra los jóvenes. En un país de baja natalidad, la promesa de pensión se vuelve un espejismo, y la esperanza, un sacrificio sin recompensa.”
En su pequeño planeta, el Principito cuidaba de su rosa, temeroso de los vientos que podían marchitarla. Pero al visitar la Tierra, escuchó hablar de algo llamado “reforma pensional”. Los hombres decían que era una solución, pero el Principito pronto descubrió que, más que una reforma, el Rey del Asteroide había fabricado un arma.
—“¿Un arma contra quién?” —preguntó el Principito a su rosa.
—“Contra ti y contra tu generación” —respondió ella con un suspiro.
El niño de cabellos dorados miró hacia Colombia y vio a los jóvenes cargando un peso enorme sobre sus espaldas. El Rey del Asteroide había prometido justicia, pero en realidad había tendido una trampa: una ley que obligaba a los pocos jóvenes de un país de baja natalidad a sostener, casi solos, a una multitud que envejece.
—“Es como pedirle a un niño que levante un asteroide entero” —pensó el Principito.
La reforma no trajo esperanza. Trajo desigualdad disfrazada de equidad. Los jóvenes se convirtieron en obreros de un sistema que les exige aportar hoy, aun sabiendo que mañana no habrá estrellas para ellos. El déficit crecerá, los impuestos aumentarán, y la promesa de una pensión se volverá polvo antes de llegar a sus manos.
El Principito había aprendido que cada flor debía tener su propio lugar, su propio equilibrio, para sobrevivir. Pero en Colombia vio que se confundió la protección con la improvisación, y que, en lugar de cuidar a la generación que debía florecer, se la condenaba al marchitamiento.
—“No es una reforma —dijo el Principito mientras acariciaba al zorro—, es un arma que hiere la esperanza. Y lo más grave es que el Rey del Asteroide no disparó contra los ancianos, sino contra los jóvenes, que son la semilla del mañana.”
Así, el niño levantó la vista hacia las estrellas y lanzó una advertencia: si los hombres insisten en profanar la armonía del tiempo y de las generaciones, no habrá cielo suficiente para contener la frustración de quienes nunca conocerán la seguridad de una vejez digna.
La rosa, en su silencio, concluyó: “El verdadero poder no es prometer pensiones imposibles, sino garantizar que cada generación florezca con justicia. Lo demás son armas disfrazadas de leyes.”