El Principito y la Estrella Herida: Las Consecuencias de Profanar la Libertad de Asuntos Religiosos

“El Principito miró a Colombia y vio que algunos querían alterar la Libertad de Asuntos Religiosos, como si una estrella pudiera ser arrancada de su cielo para brillar en un farol. Pero advirtió: no es falta de reconocimiento, sino respeto. Las prácticas ancestrales ya tienen su propio firmamento; forzarlas dentro de una ley que no les pertenece sería herirlas y, peor aún, abrir puertas que mañana nadie podría cerrar. La verdadera diversidad se protege sin improvisación, porque profanar la ley es también profanar la armonía del universo.”En el silencio de las estrellas, el Principito observaba la Tierra con una mezcla de ternura y preocupación. Había escuchado que en un país llamado Colombia los hombres discutían sobre algo tan delicado como la Libertad de Asuntos Religiosos, una ley que había protegido por más de treinta años la convivencia y el respeto entre diferentes creencias”.

“¿Por qué quieren mezclar lo que es distinto?”, preguntó el Principito a la rosa, su más sabia consejera.
“Porque a veces —respondió la rosa— los hombres confunden la esencia con la apariencia. Creen que si una flor silvestre brilla en libertad, debe ser trasplantada en un jarrón ajeno. Pero al hacerlo, la flor muere.”

El niño de cabellos dorados comprendió entonces que aquel proyecto de modificar la Ley 133 de 1994 no era un acto de justicia, sino de imprudencia. Las prácticas ancestrales ya brillaban en su propio cielo, resguardadas por la Constitución y por tratados internacionales. Arrastrarlas a un marco jurídico que no les pertenece sería despojarlas de su autenticidad y, peor aún, abrir vacíos que podrían ser aprovechados por intereses ajenos a la espiritualidad.

“No es que no las reconozcan —dijo el Principito mientras acariciaba al zorro—. Es que quieren encajarlas en un molde que fue hecho para otra cosa. Y cuando los hombres rompen la coherencia de sus leyes, terminan abriendo puertas que no saben cerrar.”

El Principito sabía de puertas. Había visto, en otros mundos, cómo la ingenuidad abría caminos a las sombras. Había visto cómo la libertad mal interpretada servía de disfraz a quienes buscaban poder, dinero o fanatismo. Y recordó las palabras del aviador: “Lo esencial es invisible a los ojos, pero también debe ser protegido por las manos responsables.”

Por eso, al mirar a los senadores de Colombia, el niño habló con la sencillez de quien sabe que una estrella herida puede oscurecer el cielo entero:
“No archiven este proyecto por indiferencia, sino por respeto. No nieguen a los pueblos su luz, sino que creen para ellos un firmamento propio, un marco justo que los cuide en su diferencia. No confundan inclusión con improvisación, ni libertad con desorden. Si la rosa florece en su desierto y la estrella brilla en su cielo, es porque cada una tiene su lugar. Quitarles ese lugar sería robarles la vida.”

El Principito terminó con una advertencia clara: que Colombia no confunda ternura con ingenuidad, ni diversidad con vacío legal. La Libertad de Asuntos Religiosos no puede ser profanada sin consecuencias. Porque en el universo de las naciones, como en el de los astros, quien cuida el orden también protege la belleza.

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“Cuando el Eco Cruza los Asteroides”