La luz del Senado alumbrará el camino de la salud, no la sombra de una reforma improvisada

“La reforma a la salud que hoy se debate en el Senado está llena de buenas intenciones, pero mal diseñada. La Defensoría advierte que carece de un análisis fiscal serio, Hacienda reconoce que hay fondos sin cuantificar y la academia alerta sobre la falta de planeación del talento humano.Eliminar las EPS como aseguradoras sin un reemplazo definido es un salto al vacío: ¿quién manejará las redes, el agendamiento, las incapacidades o la caracterización de la población?Hay artículos críticos que deben cambiar —del 5 al 61— porque comprometen dinero, hospitales, personal y la continuidad de los tratamientos.”

Por eso, el llamado es claro: senadores de Colombia, la salud no admite improvisaciones. La ciudadanía confía en que hundirán esta reforma y abrirán el camino para una propuesta seria, transparente y bien financiada.

Hoy el Senado de la República inicia el debate sobre la reforma a la salud. No es un asunto menor ni exclusivo de expertos: es una discusión que toca la vida de cada colombiano. Basta recordar el drama que vivió la madre del Principito, que estuvo dieciocho horas con un preinfarto y casi muere porque el hospital del FOMAG, esa EPS piloto del Gobierno, fue un fracaso. Esa experiencia no es aislada, es reflejo de un sistema que necesita cambios profundos, pero no improvisados.

El proyecto de reforma que llega al Congreso está cargado de buenas intenciones, pero mal diseñado. La Defensoría del Pueblo fue contundente: el texto carece de un análisis fiscal serio. Se crean Centros de Atención Primaria en Salud (CAPS), redes integradas y un ADRES con funciones ampliadas, sin decir claramente cuánto costará ni de dónde saldrán los recursos. El riesgo es aprobar un modelo ambicioso en el papel, pero inviable en la realidad.

El Ministerio de Hacienda coincidió en parte con esa preocupación. Reconoció que existen fuentes de financiación —cotizaciones, aportes de la Nación, recursos del Sistema General de Participaciones—, pero aceptó que hay rubros imposibles de cuantificar todavía, como el fondo de emergencias sanitarias o el fortalecimiento institucional. En resumen, el dinero puede no alcanzar y la sostenibilidad depende de una “gradualidad” difusa que, en la práctica, podría dejar vacíos en la atención.

La academia médica, por su parte, levantó alertas sobre la formación del talento humano. Ascofame advirtió que se siguen abriendo programas de medicina sin un plan nacional de necesidades. Eso genera sobreoferta de médicos mal ubicados y mal pagados, además de una competencia desordenada por escenarios clínicos que en algunos casos se alquilan mediante contraprestaciones económicas. La reforma debería planificar la formación de médicos y especialistas de acuerdo con las necesidades regionales, garantizar escenarios de práctica de calidad y establecer un examen único nacional para el ingreso a especialidades.

Los expertos y exfuncionarios también hicieron sonar las alarmas. El exsuperintendente Fabio Aristizábal fue tajante: eliminar las EPS como aseguradoras sin definir quién asumirá sus funciones es un salto al vacío. ¿Quién gestionará las redes, el agendamiento de citas, el pago de incapacidades, la caracterización de la población? El exministro Camilo González Posso advirtió que lo más delicado de todo es el esquema financiero y la descentralización, aspectos que no están claros. La Academia Nacional de Medicina habló incluso de una “reforma fantasma”, porque lo que circula son resúmenes y borradores, no un texto oficial transparente.

Es cierto que la propuesta incluye aspectos positivos: fortalecer la atención primaria, dignificar al talento humano, ampliar redes integrales de servicios y darle un papel más sólido al hospital público. Son banderas que todos apoyan. Pero incluso estas medidas requieren reglas claras de financiamiento, cronogramas realistas y mecanismos de control ciudadano. De lo contrario, quedarán en promesas incumplidas.

La lista de artículos que necesitan cambios es larga: el Consejo Nacional de Salud (art. 5), el sistema de información SPUIIS (art. 6), los CAPS y la red hospitalaria (arts. 12–18 y 14), el rol del ADRES y la eliminación de las EPS (arts. 20–25), los fondos especiales y la transición (arts. 41, 44 y 61), los incentivos y licencias (arts. 25, 28 y 32), la formalización laboral y becas médicas (arts. 29–36), la relación docencia-servicio (art. 38) y las especialidades médico-quirúrgicas (art. 39). Todos ellos requieren ajustes de fondo, porque comprometen dinero, personal y la continuidad de los servicios.

El mensaje es claro: aprobar esta reforma tal como está sería condenar a la ciudadanía a la incertidumbre, arriesgar la sostenibilidad fiscal y poner en peligro la vida de millones de colombianos.

Por eso el llamado es directo y esperanzador: senadores de Colombia, la ciudadanía confía en ustedes. La luz del Senado puede alumbrar el camino de la salud, pero solo si hunden este proyecto y convocan a construir una reforma seria, transparente y bien financiada. La salud no admite improvisaciones. No es un favor del Estado: es un derecho. Y hoy, ese derecho está en sus manos.

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