La cuenta regresiva de Nariño y Miraflores
“Desde su pequeño asteroide, el principito contempla un cielo que ya no brilla con calma, sino que retumba con presagios. A lo lejos observa al rey del asteroide de Nariño, que camina inquieto entre ministros que repiten palabras huecas mientras el Congreso se agrieta con sospechas y el eco de acusaciones lo persigue sin descanso. Su sonrisa se marchitó, y cada paso revela que ya no gobierna con confianza, sino con miedo. Un poco más allá, en el asteroide de Miraflores, Nicolás se aferra al poder como quien se aferra a un muro que se desmorona; Edmundo González lo deja solo, sus viejos aliados callan, y su pueblo, cansado de ruina y promesas rotas, ya no lo mira con respeto sino con hartazgo.”
Y en el horizonte, imponente, se enciende el gran asteroide de Estados Unidos. No habla en susurros: dicta sentencias. El presidente afirma que no habrá refugio para el terrorismo ni para el narcotráfico aunque se escondan en palacios presidenciales. El secretario de Estado insiste en que la seguridad hemisférica exige decisiones y no discursos. La fiscal general advierte que ningún fuero ni cargo blindará a quienes carguen con delitos trasnacionales. Y Marco Rubio sentencia que Nariño y Miraflores ya no podrán ser santuarios de criminales disfrazados de presidentes.
El principito escucha a su rosa, que con tristeza le recuerda que los reyes olvidaron lo esencial: que un pueblo no se gobierna con decretos ni con ejércitos, sino con confianza. El zorro, con su sabiduría, murmura que lo esencial es invisible a los ojos, y que ese “invisible” hoy tiene nombre: la desconfianza de los pueblos y el desprecio de las naciones.
Los temblores atraviesan los palacios, pero no vienen de afuera: nacen adentro, porque ya no son los pueblos los que tiemblan, son los reyes quienes sienten que la tierra se les quiebra bajo los pies. La cuenta regresiva avanza. El gran asteroide del norte ya no discute, actúa: sanciona, lista, prepara extradiciones, mueve tropas y señala con claridad que no habrá intocables.
El principito, con los ojos fijos en el horizonte, comprende que los días de los asteroides de Nariño y de Miraflores están contados. Y se pregunta, con la inocencia de quien sabe la verdad antes de tiempo:
¿Caerán Petro y Maduro por la fuerza de sus pueblos, o será la justicia internacional la que termine por derrumbarlos frente al mundo entero?