Lorena y el fuego del asteroide: cuando la unción se confunde con la ambición
“En el universo político colombiano, donde muchos juran hablar en nombre de Dios pero legislan en nombre del poder, la fe se volvió discurso y la coherencia, excepción. Lorena Ríos, que hoy se proclama “ungida para gobernar”, olvida que Daniel no buscó el trono: lo resistió. Y que quien de verdad recibe un llamado divino no se arrodilla ante el fuego, lo atraviesa con la verdad intacta.”
En el vasto universo llamado Colombia hay muchos asteroides: unos pequeños donde habita la fe sencilla del pueblo, otros donde trabajan quienes todavía creen en la justicia, y uno, brillante pero turbulento, que gira entre luces y promesas: el asteroide del Congreso. Desde lejos parece ordenado, pero de cerca resuena con palabras que juran servir a Dios mientras las manos firman y retiran según el cálculo político.
En ese asteroide vive una senadora que ha dicho ser “ungida por Dios” para ocupar su curul. En un video, mirando a la cámara, lanzó su pregunta al vacío:
“Escucho comentarios… pero, ¿creen que alguien que no reciba esa asignación específica y sea ungido por Dios podría resistir?”
La pregunta es profunda, pero su respuesta no se mide con frases ni con luces. Se mide con actos. En la historia de Daniel, aquel profeta llevado a Babilonia, la unción no fue un discurso, fue una forma de vida. Daniel no pidió reconocimiento, ni grabó mensajes para defender su llamado. No buscó el poder, lo soportó. Su fe fue probada frente a un decreto que lo empujaba a renunciar a Dios. Y cuando todos se arrodillaron ante el rey, él se mantuvo de pie.
En el asteroide del Congreso, sin embargo, las rodillas tiemblan más ante el cálculo que ante la fe. Lorena Ríos firmó el Proyecto de Ley 428 de 2024 Cámara, aquel que abría la puerta a la justicia con “enfoque de género” y tocaba la esencia de la patria potestad y la familia. Pero cuando la ciudadanía alzó su voz, retiró la firma. Daniel enfrentó el foso; ella enfrentó el ruido, y prefirió el silencio.
También apoyó el proyecto de los “Hijos del Estado”, que bajo la idea de acompañar a los jóvenes hasta los 28 años, convierte al Estado en padre simbólico. Una iniciativa aparentemente noble, pero que esconde un mensaje inquietante: el Estado comienza a ocupar el lugar moral y protector que le pertenece a la familia. Daniel habría advertido el peligro; la senadora lo bendijo como política social.
Y, para mayor contradicción, hoy hace parte de una bancada que afirma con fuerza los llamados “derechos reproductivos”, promoviendo la agenda del aborto bajo el disfraz de libertad, mientras calla ante los derechos de aquellos que no tienen voz: los niños por nacer. Quien dice representar los valores del cielo no puede votar por los valores del sepulcro.
Hablar de Dios no es lo mismo que representarlo. Daniel no necesitó escenarios ni cámaras para ser fiel; bastó su coherencia. En cambio, en el asteroide del Congreso, la fe se usa como vestimenta, no como convicción.
La ciudadanía observa desde otros mundos: desde el asteroide del trabajo, del hambre, de la oración callada. Y se pregunta:
¿De qué sirve que una senadora se proclame ungida si al final su firma depende del clima político?
¿De qué sirve que hable de Dios si sus leyes no reflejan Su Palabra?
El principito, si pasara por este universo colombiano, miraría ese asteroide y diría:
—Allí confunden la luz de Dios con el brillo del poder.
Y el zorro, cansado de escuchar promesas, le respondería:
—Porque en ese lugar la fe se volvió marketing y la coherencia, un lujo.
Frente a su pregunta, la respuesta es clara: no resiste quien dice estar ungido, sino quien vive en la verdad.
La verdadera unción no se proclama; se sostiene cuando el poder exige inclinarse. No se anuncia desde un púlpito; se defiende con actos limpios y palabra firme, aun cuando el horno arda.
Y ahora, senadora, permítame devolverle su propia pregunta, pero invertida:
¿Cree usted que alguien que verdaderamente fue enviado por Dios necesitaría justificar su unción ante los hombres?
¿Resistiría Daniel si su fe dependiera del aplauso?
¿O será que el fuego del asteroide no está para probar a los ungidos, sino para revelar quiénes solo usan su nombre en vano?
Colombia, este universo cansado de falsos profetas del poder, no necesita más discursos sobre fe.
Necesita verdad.
Y la verdad, senadora, no se dice: se vive