El rey del asteroide y el magnicidio que marchitó la flor de la democracia
“En el asteroide de Nariño gobierna un rey que habla de amor, pero riega su jardín con espinas. Allí crecía una flor valiente llamada Miguel, que con su voz defendía la verdad. No fue el viento quien la derribó, sino la tormenta que el propio rey sembró con palabras de odio.
El pueblo llora, pero el rey cuenta votos y habla de guerras lejanas. Miguel ya no está, y el jardín quedó más vacío. Arrancar una flor es un crimen que ni el tiempo ni el silencio podrán borrar.”
Para algunos, especialmente aquellos manejados por el rey titiritero del asteroide de Nariño, hoy parece un día normal. Pero no lo es, y lo saben. La muerte de Miguel Uribe Turbay no es un titular más, es una herida abierta en la democracia.
En su cuenta de X, presidente Petro, quedó en evidencia la falta de humanidad. Lo primero que escribió no fue para honrar la memoria de un líder caído, ni para abrazar el dolor de su familia, sino para advertir que “la muerte de Miguel no sea capitalizada”. No sea indolente. Respete el dolor ajeno. Por primera vez, controle sus dedos y guarde silencio, porque incluso sin investigaciones concluidas, su discurso ha sido combustible para la división y la violencia.
Hoy nuestra bandera lleva más rojo que nunca: rojo de soldados, líderes sociales, ciudadanos, compatriotas que caen cada día, mientras usted distrae al país con una absurda tensión con el Perú por un territorio que ni siquiera nos pertenece.
Usted empezó con el Palacio de Justicia, siguió con su lema “Libertad o Muerte” y hoy, con palabras incoherentes y desprovistas de compasión, tenemos una nueva revuelta y un líder asesinado. Señor Gustavo Petro, para mí usted es símbolo de muerte, porque hasta en los hospitales nos está matando. Piensa en votos mientras el país se desangra. Pero le advierto: así le duela, Miguel Uribe Turbay será la bandera de la derecha, porque las palabras tienen poder y las suyas han sido de muerte para la oposición.
Ni hablar de los ciudadanos de a pie: hoy en Colombia, opinar de política es colgarse una cruz. Su gobierno nefasto, sus ministros mentirosos, sus resultados desastrosos solo han servido para fortalecer la ley del más fuerte, polarizar el país y sumirnos en una versión criolla de los juegos del hambre.
Petro, no se equivoque: usted no es un espectador inocente de esta tragedia, es parte de la atmósfera que la hizo posible. Sus palabras no son simples opiniones; son órdenes veladas, veneno político que cala en quienes ven en usted una bandera para destruir al que piensa distinto. Ha convertido la Presidencia en un púlpito para la confrontación y no para la unidad, y cada vez que siembra odio, la cosecha se cuenta en vidas humanas. Usted no gobierna, usted incita. No protege, expone. Y cuando el resultado es la muerte de un opositor, no puede esconderse detrás de comunicados tibios ni de excusas legales.
Miguel, tu voz fue silenciada, pero tu ejemplo no. Hoy abrazamos con respeto y profundo dolor a tu familia, que llora no solo la partida de un hijo, esposo y padre, sino la pérdida de un luchador por Colombia. Que Dios les dé la fortaleza para soportar esta injusticia. Nosotros no olvidaremos tu causa ni permitiremos que tu sacrificio quede en el silencio.