Adiós a la Rosa: Estrellas Apagadas en una Colombia sin Rumbo
"Hoy despedimos a la Rosa de la democracia, cuya luz iluminaba las verdades que muchos querían ocultar. En este universo llamado Colombia, las estrellas que somos los ciudadanos se apagan una a una, mientras el caos y la ausencia de dirección nos sumergen en una oscuridad peligrosa. Pero incluso en la penumbra, la memoria de la Rosa nos recuerda que siempre puede renacer una nueva flor que devuelva la esperanza y el rumbo perdido."
Colombia no es un país: es un universo de asteroides, cada uno habitado por personajes que, aunque parecen de un cuento, representan nuestra política real. Hoy ese universo está apagado. Las estrellas —nosotros, los ciudadanos— brillamos menos, porque estamos velando a la Rosa de la Democracia: Miguel Uribe Turbay. Una flor única, que, aunque tenía espinas, solo se defendía del daño. Su voz iluminaba tanto y sacaba a la luz lo que otros querían ocultar, que decidieron silenciarla.
En el asteroide central vive el Rey: Gustavo Petro. Gobierna sin escuchar, convencido de que todo gira a su alrededor. Recibió un universo iluminado y lo transformó en uno oscuro, donde su “paz total” se diluye mientras cada día una estrella desaparece por falta de presencia del Estado.
En otro asteroide está Benedetti, el hombre de negocios. No cuenta monedas, sino votos, asegurándose de que el Rey siga en su trono.
Más lejos vive el Pastor Saade, el bebedor, que intenta ahogar culpas y responsabilidades en discursos y promesas vacías.
En otro rincón está el Vanidoso, espejo de quienes en política solo buscan aplausos, fotos y halagos, pero que no entienden que el pueblo necesita soluciones y no poses.
También está el Farolero, el funcionario honesto que, pese a todo, sigue encendiendo su farol cada día, símbolo de los pocos que trabajan con compromiso verdadero, aunque el sistema los agote.
En otro asteroide habita el Geógrafo, representante de quienes llenan libros y discursos de datos, pero nunca se atreven a salir al terreno real del país para ver su dolor.
No podemos olvidar a la Serpiente, imagen de la violencia, el crimen y la corrupción, que siempre acecha en silencio, ofreciendo una “salida rápida” que no es más que la muerte de los valores democráticos.
Está también el Zorro, Lelias, que entiende que lo esencial es invisible a los ojos y que sabe que el cambio verdadero vendrá cuando el pueblo cree lazos de confianza y esperanza.
En la historia también aparece el Astrónomo Turco, quien, como algunos analistas internacionales, solo es escuchado cuando su “traje” o apariencia es aceptable para los poderosos, sin importar si su verdad ya era cierta desde el principio.
El Aviador representa al periodista y al ciudadano que, después de un aterrizaje forzoso en este desierto político, busca desesperadamente reparaciones para su nave —nuestra democracia— mientras intenta entender por qué tantos callan frente a lo que ven.
Y finalmente está el Principito, la voz pura de la conciencia ciudadana, que observa a todos, hace preguntas incómodas y nos recuerda que, aunque los asteroides estén llenos de personajes absurdos, la única forma de salvar este universo es cuidar nuestras rosas y proteger la luz de nuestras estrellas.
La Rosa de la Democracia ya no está, pero alguien tendrá que tomar sus banderas, levantar la voz y asumir ese rostro necesario para que Colombia no se pierda en la oscuridad.
A la familia de Miguel Uribe Turbay, nuestro mensaje de condolencia: que hallen consuelo en que su Rosa floreció en los corazones de muchos y que su aroma de justicia no se borrará jamás.
Y a Lelias, el Zorro: que no deje de enseñar al pueblo que, si nos cuidamos y nos reconocemos, en 2026 las estrellas podrán brillar de nuevo, a pesar de que el Rey y sus amigos de los otros asteroides apaguen cada día la luz con su odio y maldad.
Y finalmente está el Principito, que somos todos aquellos con conciencia crítica, los que no nos dejamos adormecer por el ruido del poder ni por las promesas que se desvanecen en el viento. Somos quienes todavía vemos que las estrellas son muchas, pero que cada día brillan menos porque las apagan con mentiras, abusos y silencios impuestos. Sin embargo, mientras haya uno solo que conserve su luz, habrá esperanza. Porque aunque intenten arrancarnos la rosa más hermosa, no podrán borrar la memoria de su aroma ni impedir que sembremos nuevas flores que representen su causa. En el 2026, si despertamos como pueblo, podremos volver a encender este universo y demostrarle al “rey” y a sus cortesanos de los otros asteroides que la luz siempre termina venciendo a la oscuridad.