Cuando el Senado calla y la bancada provida se diluye, la esperanza del Principito brilla en el Concejo de Bogotá

“El Principito nos recuerda que lo esencial es invisible a los ojos, y que cada niño, cada familia y cada vida son las luces que mantienen encendida a Bogotá. Hoy esa luz está en riesgo: pretenden convertir nuestra ciudad en la capital mundial del aborto y de las mal llamadas infancias trans, bajo agendas que no respetan ni a los más indefensos.

Ante el silencio del Senado y la dilución de su bancada provida, es en el Concejo de Bogotá donde queda la esperanza. A ustedes, concejales, y a cada ciudadano, les pedimos no permitir que esta ciudad se convierta en plataforma de ideologías que destruyen la vida y la familia.

Bogotá merece seguir siendo un faro de verdad y esperanza. Defendamos juntos lo esencial: la niñez, la familia y la vida.El Principito, después de visitar tantos asteroides, llegó a uno donde los hombres escribían leyes y debatían sin cesar. Allí encontró al Senado, que en vez de custodiar la vida, la niñez y la familia, parecía más bien haber olvidado lo esencial”.

Los Senadores, incluso aquellos que decían llamarse provida, estaban distraídos con discursos y alianzas. El Principito intentó hablarles de la importancia de cuidar a los niños, de no apagar la luz de la vida en nombre de supuestos derechos. Pero ellos, atrapados en sus reglamentos, no quisieron escuchar. Era como si se hubieran diluido en un mar de indiferencia.

—Lo esencial es invisible a los ojos —recordó el Principito con tristeza—, y ustedes han dejado de ver con el corazón.

En ese momento, escuchó rumores de un gran evento: la Conferencia Internacional de Planificación Familiar, que en noviembre reuniría en Bogotá a más de 4.000 activistas y líderes internacionales, con un propósito inquietante: convertir a la ciudad en la capital mundial del aborto y de las mal llamadas infancias trans.

El Principito comprendió que ese evento no se daba en el vacío. Había sido preparado por un camino legislativo que, bajo la bandera de los “derechos sexuales y reproductivos”, había dejado de lado lo esencial: la defensa de la vida. Recordó cómo una ley aparentemente inofensiva, la de competencias socioemocionales en los Proyectos Educativos Institucionales, se convirtió en un caballo de Troya. Su ambigüedad permitió imponer contenidos de ideología de género y programas de educación sexual integral sin consentimiento paterno, abriendo la puerta a narrativas que normalizan el aborto y las infancias trans en los colegios.

Más tarde, el Principito se encontró con un Comerciante que le mostraba orgulloso cifras: Profamilia practicó más de 150.000 abortos entre 2022 y 2025, con un aumento del 118%, mientras la Fundación Clínica Valle de Lili abría la primera clínica de género para niños en Colombia.
El Principito lo miró con tristeza.
—Las estrellas se cuentan para admirarlas, no para apagarlas. Cada niño es una luz, y ustedes las soplan como quien apaga una vela.

Entonces se encaminó hacia otra casa, más pequeña, menos ruidosa, pero donde aún había esperanza: el Concejo de Bogotá. Allí no encontró grandes salones llenos de vanidades, sino un lugar donde todavía podía nacer la valentía de defender lo que muchos habían callado.

El Principito habló con voz clara:
—No dejen que se apague la luz de esta ciudad. Cada niño es una estrella que brilla, cada familia es un faro, cada vida es un regalo. El Senado ha callado y hasta su bancada provida se ha perdido en la indiferencia. Pero ustedes todavía pueden ser la llama que mantenga encendida a Bogotá.

El Zorro, que lo acompañaba, susurró con sabiduría:
—Domesticar es crear lazos. Y la ciudad solo se salva cuando quienes gobiernan crean lazos verdaderos con la vida, con la niñez y con la familia.

Así, el Principito dejó su fe en aquel Concejo, porque entendió que lo pequeño puede ser más grande que lo que presume de grandeza. Y mientras miraba las estrellas sobre los cerros de Bogotá, repitió para sí mismo:

—La esperanza de una ciudad nunca muere si hay quienes aún creen que defender la vida es cuidar lo esencial.

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El Principito y el asteroide del cuidado