"⁣Condena política, justicia enterrada y repudio internacional: el nuevo rostro de Colombia"

“Colombia vive hoy la humillación de convertirse en el hazmerreír jurídico ante el mundo. Una jueza que dictó sentencia como activista política, un ministro que actuó como juez y parte, y un sistema que quebró toda institucionalidad para condenar a quien millones reconocen como inocente. Lo que se perdió no fue un juicio, fue la justicia. Y lo que se manchó no fue un expediente, fue el nombre de un país entero que aún busca verdad, debido proceso y un mínimo de dignidad ante la historia.”

Hoy es un día en el que nunca esperé ver a mi país. Pero aquí estamos, en una Colombia donde las instituciones parecen responder más a intereses personales que a la justicia misma. Un presidente que ha buscado silenciar medios, magistrados que piden protección tras un fallo, y una jueza, Sandra Liliana Heredia que abre un escrito de acusación más como política que como jurista, nos dejan una inquietante pregunta: ¿realmente ella escribió la sentencia o lo hizo el ministro de Justicia Montealegre? Porque si fue así, no solo fue juez y parte, sino que también cumplió su objetivo: salir limpio.

Este mensaje lo dirijo a los republicanos que desde el exterior nos apoyan y a la oposición colombiana. Muchos colombianos los vemos como la última esperanza ante el deterioro institucional que vivimos.

A modo de respuesta, quiero replicar el estilo de la jueza, quien luego de diez minutos de un “Petroverso” del que ya sabíamos el destino, escribió su fallo con citas y retórica. Pero yo no creo en la diosa griega Themis, sino en el único Dios vivo, el único juez eterno, ahí la diferencia. Aquel de quien su jefe ha dicho: “Si Dios existe, y ojalá exista, eso no tiene perdón.” Una afirmación que, aunque cargue la cruz tau, deja ver que actúa más como ateo que como católico.

“Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.”
— Mateo 18:18.

Las acciones tienen consecuencias eternas. Pero ayer, más que justicia, lo que vimos fue una falacia jurídica que ha sido cuestionada por magistrados y constitucionalistas nacionales e internacionales.

Cómo diría Dostoyevski: “Si Dios no existe, entonces todo está permitido.”
Ayer lo vimos: pruebas manipuladas, testimonios sospechosos, y testigos entregados con celulares en mano. Y lo más grave: se juzgó a un inocente mientras los verdaderos culpables fueron elevados como mártires.

¿Aplicó usted acaso el pensamiento de Maquiavelo?
“El fin justifica los medios.”
Porque eso pareció: se omitió la verdad, se aplaudieron testigos falsos y se ignoró todo principio de legalidad.

Pero a usted, señora jueza, le recuerdo que “Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová.” (Salmos 119:1).
Y también:
“No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes. Porque Dios los juzgará del mismo modo que ustedes juzguen a los demás.”
— Mateo 7:1-2

Usted tiene derecho a temer, porque aunque no se atreva a reconocerlo, su conciencia no está en paz.
“El impío huye sin que nadie lo persiga, pero el justo está confiado como un león.”
— Proverbios 28:1
“El que justifica al malvado y el que condena al justo, ambos son igualmente detestables para el Señor.”
— Proverbios 17:15

¿Cepeda y Monsalve? ¿Uribe? Juzgue usted.

A los magistrados, no olviden que ustedes comandan las altas cortes. Y ayer fueron cómplices de la injusticia más grave en la historia reciente del país. Les recuerdo que quienes ayer celebraron ese fallo son los mismos que tomaron el Palacio de Justicia, y también quienes los recibieron con piedras cuando no elegían al magistrado que querían.

Pero el pueblo colombiano, los ciudadanos de bien, salieron a las calles pacíficamente. No somos la primera línea, ni grupos armados: somos colombianos que creemos en el bien, en la verdad y en el único juez eterno.

A ustedes, encargados de impartir justicia, les dejo una reflexión de San Agustín de Hipona:
“Donde se acaba la justicia, ¿qué es entonces el Estado sino una gran banda de ladrones?”

Y a usted, señora Sandra Liliana Heredia, una cita de su autor favorito, Montesquieu:
“Una injusticia hecha al individuo es una amenaza hecha a toda la sociedad.”

Bienvenidos a la nueva Colombia.
Que Dios nos bendiga, porque sí tenemos Dios... ¿Pero tenemos ley?

¿Y ahora qué?
Si así se actúa con los líderes que forjaron la democracia en medio de la guerra, ¿qué pueden esperar las nuevas generaciones? ¿Qué mensaje les damos? Que el poder está por encima del derecho. Que la lealtad a un gobierno vale más que la verdad. Si esta es la justicia que heredan nuestros hijos, entonces no estamos ante un simple error judicial: estamos ante una tragedia institucional.

Por último, perdón por tantos versículos, pero es que la ley de DIOS es eterna y clara, pero la de ayer muy dudosa.

Anterior
Anterior

“El Rey del Pueblo ahora quiere abrazar las instituciones que juró destruir”

Siguiente
Siguiente

¿Y ahora… quién podrá defendernos? La tragicomedia judicial del siglo XXI