Colombia no quiere hijos: el país donde nacer ya no es una opción
“Colombia se está quedando sin hijos, y no por falta de amor, sino por falta de futuro. En un país donde tener un trabajo digno, una vivienda propia y estabilidad emocional parecen lujos, es comprensible que muchos jóvenes decidan no formar familia. Pero también es momento de preguntarnos con valentía: ¿seremos la generación que dejó de creer en la vida, en el hogar y en el poder de construir algo más grande que uno mismo? Este no es un juicio, es una invitación: a repensar la procreación no como una carga, sino como un propósito profundo en medio del caos. Porque tal vez la verdadera revolución no está en protestar contra el sistema… sino en atreverse a traer vida y esperanza donde todos ven ruina.El día de ayer mostraba cómo los niños en Colombia están desamparados por un gobierno que los olvida y les da prioridad a los otros gobiernos, y el día de hoy encontré que Colombia está por debajo del rasgo de natalidad mundial, por lo cual, como lo escribí, es urgente”.
Hablar de este tema tan delicado e incómodo, pero profundamente necesario, implica hacer una pregunta de fondo: ¿por qué los colombianos, especialmente los jóvenes, ya no queremos tener hijos?
Es fácil recurrir a respuestas superficiales: la economía, la inseguridad, la incertidumbre. Pero como politólogo, me inquieta ir más allá de lo evidente. Porque detrás de esta crisis de natalidad se esconden variables estructurales que están siendo ignoradas sistemáticamente por las instituciones del Estado —en especial por aquellas que, como el ICBF, deberían estar al frente de la protección integral de la niñez y el fortalecimiento de las familias.
Hoy, la inestabilidad laboral y la precariedad de las oportunidades económicas son parte del paisaje cotidiano para miles de jóvenes. En un país donde el empleo formal se ha desplomado y el trabajo informal crece como respuesta directa a una reforma laboral mal diseñada, que encareció la contratación y desincentivó la creación de empleo digno, ¿cómo podríamos esperar que los jóvenes piensen en formar una familia?
El desempleo juvenil no es solo una cifra: es una realidad que golpea con mayor fuerza a quienes viven en las regiones más olvidadas del país, aquellos que este gobierno ha llamado “los nadie”, sin tierra, sin empleo y sin oportunidades reales. ¿Dónde está la acción concreta del ICBF frente a este escenario? ¿Dónde están los programas eficaces que dignifiquen la crianza y que devuelvan la confianza en el futuro?
En materia de vivienda, la situación es aún más alarmante. Con subsidios que han desaparecido o se han vuelto inaccesibles, con créditos imposibles de pagar y tasas de interés altísimas, ¿cómo se le puede pedir a un joven que sueñe con una familia si ni siquiera puede soñar con un techo propio?
A esto se suma la creciente carga psicológica que impone vivir en un país desigual, donde la presión por “salir adelante” se traduce en ansiedad, depresión y desesperanza. Y es entendible —y completamente legítimo— que muchos jóvenes prefieran una vida centrada en su autonomía, en su libertad, en su salud mental, y no en la idea de criar hijos en un entorno que no les garantiza nada.
Y sin embargo, quiero aprovechar este espacio para hablarle con respeto, pero también con franqueza, a esa juventud que hoy no quiere ser madre ni padre. A ti, que sientes que este país te ha fallado y que te preguntas si vale la pena traer a alguien a esta tierra difícil. Tu duda es válida. Tu temor es comprensible. Pero también es legítimo preguntarse: ¿y si, en vez de heredar el dolor, decidieras sembrar esperanza? ¿Y si formar una familia fuera el acto más radical y transformador que puedes hacer en esta Colombia herida?
Porque quizás, más allá del abandono institucional o del desgaste del sistema, procrear no es solo multiplicar la vida: es darle un propósito. Es decirle al país que, a pesar de todo, aún creemos en el mañana.
Por eso hoy le exigimos al ICBF —@ICBFColombia—, al Departamento Administrativo de la Presidencia —@DAPREColombia— y a todos los organismos que insisten en gestionar cifras desde un escritorio: miren la realidad. Escuchen a los jóvenes. Y empiecen, de una vez por todas, a construir un país donde tener hijos no sea una decisión heroica, sino una posibilidad digna.
Entonces, ¿y si sí? ¿Y si tener hijos no es una carga, sino una forma de dejar huella, de transformar el mundo desde lo más íntimo, y de demostrar que, incluso en el caos, seguimos creyendo en el futuro?