Colombia llora a sus héroes, pero el Gobierno pacta con sus asesinos

“Colombia sigue llorando a sus héroes mientras el Gobierno pacta con quienes los asesinan. Más de 238 uniformados han muerto en los últimos tres años, y cada ataque refleja un Estado que abandona a quienes lo defienden. Mientras nuestras Fuerzas Armadas enfrentan a criminales con el cuerpo y el alma, el Gobierno dialoga con quienes usan drones y armas para destruir la patria”.

Hoy amanecimos, otra vez, con la noticia desgarradora de un nuevo ataque contra nuestras Fuerzas Armadas. Según cifras del propio Ministerio de Defensa, más de 238 uniformados han sido asesinados en los últimos tres años. No es una cifra cualquiera: son seres humanos, con nombres, con familia, con historia. Son hijos, hermanos, padres, esposos… que salieron a defendernos y no regresaron.

Pero esta vez no quiero detenerme solo en el número de caídos. Quiero hablar de la forma brutal en que están muriendo nuestros héroes. Mientras ellos enfrentan el peligro cuerpo a cuerpo, caminan la selva, sobreviven con el mínimo equipo, los grupos ilegales operan con tecnología, con drones, con ventaja táctica y armamentista, como si fuera una guerra desigual, donde los que llevan el uniforme del país siempre terminan perdiendo.

A cada madre, padre, hijo, hija o esposa que hoy llora a uno de nuestros héroes: les abrazamos con el alma. Que Dios les dé fortaleza, sabiduría y esperanza. Su dolor no puede seguir siendo invisible.

 La “paz total” no es paz. Es abandono.

¿Cuántas vidas más deben sacrificarse para que el Gobierno acepte que su política de “paz total” es el mayor fracaso de su administración? ¿Cómo puede llamarse paz un modelo que no protege la vida de quienes nos protegen? ¿Qué tipo de justicia negocia hoy con quienes han matado a tantos colombianos en uniforme?

Y lo más indignante: mientras la sangre de nuestros soldados se derrama, el Gobierno abre mesas de diálogo con estructuras criminales como la Oficina de Envigado.

Señor Ministro de Defensa, usted heredó una situación difícil, sí. Pero su deber no es lamentarla, sino enfrentarla. Usted tiene la misión de defender lo que queda del país, de recuperar cada pedazo de soberanía, por pequeño que sea. Cada masacre no respondida no solo es una derrota táctica: es una humillación nacional. 

Y al Congreso, ¿de qué sirven sus condolencias si no hay acción?

Senadores, representantes, no sirven de nada sus mensajes de duelo si no hay control político, si no hay decisiones firmes, si no hay consecuencia. Hoy deberían estar detenidos todos los ascensos militares, porque la cadena de mando no está cumpliendo su propósito más básico, proteger a los suyos y garantizar la seguridad del país.

¿Dónde está la voz del Legislativo cuando más se necesita? ¿Van a seguir permitiendo que los poderes públicos sean debilitados por un Ejecutivo que quiere consolidar el poder y cercar la democracia?

 A nuestras Fuerzas Armadas y de Policía: no están solos

Queremos decirles esto con total claridad: Colombia sí los ve. Colombia sí los respeta. Colombia sí los necesita.

Sabemos que están arrinconados por las balas del enemigo y por las decisiones de su propio Gobierno. Sabemos que el Estado los ha dejado solos, pero ustedes siguen siendo el último pilar de nuestra democracia.

No pierdan la fe. No bajen la cabeza. No están peleando solos: los colombianos de bien estamos con ustedes.

La historia nos va a juzgar. Y cada uno de nosotros tendrá que decidir si fue cómplice del silencio o parte de quienes levantaron la voz.

Dios bendiga a nuestras Fuerzas Armadas.
Dios abrace a cada familia doliente.
Y que Dios bendiga a Colombia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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