Colombia 2025: justicia selectiva, igualdad pornográfica y fe electoral
“Convirtieron la justicia en un arma política, la fe en un negocio electoral y la igualdad en una burla institucional. Condenan sin pruebas, premian abusadores, y callan frente a la violencia. Colombia ya no está en crisis: está gobernada por el cinismo”.
Le quitaron la presunción de inocencia a Álvaro Uribe Vélez, y con ella, asesinaron el último suspiro de justicia imparcial en Colombia. No fue una condena: fue una venganza. No fue un fallo judicial: fue un manifiesto ideológico con toga. La jueza no falló en derecho, falló con odio, con cálculo, con servilismo político. Y todo para un objetivo claro: sacarlo del camino electoral. Inhabilitarlo sin decirlo. Anularlo sin pruebas”.
Mientras tanto, el presidente actúa como emperador sin frenos: presiona a la Registraduría como si la democracia fuera una ruleta manipulable, firma decretos para gobernar por capricho y hasta se atreve a querer meter mano en el Banco de la República, violando cada límite constitucional. Esto no es populismo. Es autoritarismo de izquierda con sonrisa de "progresismo".
Y ahora, como premio al "nuevo orden", se anuncia como futuro Ministro de Igualdad a un actor porno. ¿Ese es el referente moral del Estado? ¿Esa es la educación que promueven para nuestros hijos? En un país donde la pornografía supera los 97 mil millones de dólares anuales en ganancias globales, y donde los casos de violencia sexual infantil han aumentado un 22%, el mensaje es claro: el cuerpo vende, el abuso calla, y la moral estorba.
Pero no es solo el Estado el que se ha prostituido. También la fe. El líder juvenil de la iglesia evangélica más grande del país violó a una niña hace 22 años. Hoy se esconde. No comparece ante la Fiscalía. Su esposa —pastora, guía, consejera— lo respalda con su silencio cómplice, mientras acusan a la víctima de ser la culpable. La cruz se volvió escudo de impunidad. La Biblia, herramienta para lavarse las manos.
Y mientras tanto, los senadores cristianos hacen marchas “Pro Jesús” donde no se menciona ni una sola palabra sobre esta joven abusada. Callan. Se acomodan. Se promueven. La Comisión de la Mujer también guarda silencio. La doble moral es tan grande que cabe en una campaña completa. No fue una marcha espiritual: fue un mitin político disfrazado de fe.
Todo esto sucede mientras condenan a un colombiano ejemplar con un discurso más político que jurídico, mientras el verdadero criminal se sienta en tarimas, firma decretos o predica el domingo. Colombia no es una nación gobernada: es una estructura descompuesta que opera entre aplausos, miedo y encubrimiento.
Colombia ya no tiene principios. La iglesia ya no tiene voz. La justicia ya no tiene alma.
Aquí no se hace política: se ajustan cuentas. No se predica: se protege al abusador. No se legisla: se decreta. No se gobierna: se destruye.
¿Y los ciudadanos? Aplaudiendo, silenciados o exiliados.
Colombia cruzó el límite. Y lo peor: parece que nadie quiere devolverla.