🚨 Los amigos del Principito viajan en TransMilenio… y ponen su vida en juego

“Los amigos del Principito viajan cada noche en TransMilenio para estudiar y construir futuro, pero el sistema los expone a la delincuencia como si fueran sacrificables. No hablamos de robos menores: hablamos de vidas en riesgo, de sueños truncados a punta de cuchillo. ¿Hasta cuándo?”

Por eso, con respeto y esperanza, hacemos un llamado a los concejales de Bogotá: ayúdennos a pensar una reestructuración real de la seguridad nocturna en TransMilenio. No lo pedimos como reproche, sino como súplica de apoyo para nuestros jóvenes que viajan cansados después de estudiar y trabajar. Ellos son la semilla de la ciudad que todos soñamos. Que su esfuerzo no se pague con miedo. Que el viaje de regreso sea también un viaje hacia adelante.El Principito me decía en silencio:
“¿De qué sirve que un joven sueñe con estrellas si al volver de la universidad lo esperan las sombras en un bus?”.

En la estación de Flores, un ladrón metió la mano por una ventana y en segundos arrebató los audífonos de un pasajero. Un hecho más. Una noticia más. Pero detrás de cada objeto robado hay una vida en riesgo, un estudiante que se juega la ilusión de volver a casa, una familia que espera.

Las cifras oficiales intentan maquillar la realidad: 808 capturas en un año, 90% por hurto, una reducción del 2,3% en la tasa de robos. Sin embargo, la estadística no protege al que viaja en la noche. Allí, cuando ya no hay refuerzos policiales ni grupos de uniformados, los “amigos del Principito” —los estudiantes nocturnos— suben a buses convertidos en trampas de miedo.

En esas horas no es cosquilleo ni raponazo: es un arma en la cintura, un cuchillo en la sombra, una amenaza directa. El hurto se transforma en asalto a la vida misma.

El Estado presume refuerzos en horas pico, pero ignora la verdadera “hora final de la sociedad”: la noche en que viajan quienes estudian para no rendirse. Ellos no figuran en los discursos, pero son el corazón que todavía late por un país mejor.

Y entonces, la pregunta arde:

¿Es TransMilenio un sistema que protege a sus usuarios, o un escenario donde los sueños de los jóvenes se apagan bajo la amenaza del miedo?

El Principito miraría al cielo buscando respuestas.
Nosotros, aquí abajo, exigimos algo más simple: poder volver a casa sin que nos roben la esperanza. !!AYUDA!!!

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