“Miguel, la estrella que no supimos cuidar”
“Zorro, si no me lo dices, tampoco lo recuerdo… y por lo que veo, mis amiguitos ya lo olvidaron. Hoy hace un mes se fue Miguel, y parece que nadie pregunta quién lo mató ni por qué. Nos quitaron a un corazón de niño que luchaba por los niños, la vida y la familia. Desde su estrella nos sigue mirando, y aquí abajo seguimos viendo disfraces y mentiras. Pero no lo olvidaremos, porque Miguel no cabe en el olvido.”
—Zorro, ¿por qué estás tan triste? —preguntó el Principito con la voz quebrada.
—No lo recuerdas, Principito… hoy hace un mes se fue Miguel.
El Principito bajó la mirada.
—Si no me lo dices, tampoco lo recuerdo… y por lo que veo, mis amiguitos también lo han olvidado.
El Zorro suspiró.
—Eso es lo que duele, que el universo a veces olvida lo que no debería olvidar. Se olvida y no perdona. Ya casi nadie pregunta quién lo mató ni cómo sucedió. Nadie sabe si fue un acuerdo de un rey desde Manga, un arreglo entre el crimen organizado o una jugada política para sacar del camino a un alma con corazón de niño, pero con la valentía de defender la vida, a los niños y la familia.
El Principito se llevó la mano al corazón.
—Me duele, Zorro. Porque desde su estrella, donde no podemos llegar todavía, Miguel sigue levantando las banderas que muchos aquí intentan callar.
El Zorro lo miró con los ojos húmedos.
—Principito, dime… ¿en manos de quién están quedando los niños? ¿Quién es la voz nuestra en el Congreso? Busco y reviso, pero no la encuentro. Solo veo carátulas, disfraces y fachadas que se preparan para las elecciones de marzo, donde todo parece valer. Muy poquitos son los que son de verdad, los que cumplen lo que prometen.
El Principito respiró hondo.
—Zorro, no pierdas la fe.
—Eso nunca, Principito. Porque la fe camina de la mano de Dios, y Él jamás nos abandona. Pero en el asteroide Capitolio ya no tenemos a alguien que hable por nosotros.
El Principito levantó su mirada al cielo estrellado.
—Entonces esperemos, porque un día llegará esa persona que tome sus banderas, que cumpla de verdad la Constitución y defienda los derechos de los niños, los más frágiles y hoy, los más violentados.
Y así, en silencio, ambos recordaron.
Porque Miguel no podía ser borrado por el tiempo, ni por el olvido.
—Te extrañamos, Miguel —dijo el Principito suavemente—. Y prometemos no olvidarte.